dijous, 28 de juny del 2012

Ironman de Niça 2012 - Cronica de Jose Alfonso Lorente


Cuando comencé en esto del triatlón, allá por el siglo pasado... Jose(te), al grano.


Recuerdo cuando en Picornell se montó una expedición a Niza con Jordi Baus, Manel Molina, Jordi García, Xavier González, Sergio Moral... Creo que fue en el 2005. A mí ni se me pasaba por la cabeza plantearme la larga distancia, pero desde entonces han sido tantas las leyendas que he oído de este triatlón que tenía que caer tarde o temprano. Ha sido a la tercera, después de Austria 2008 (numerosísima participación también de Picornell) y Lanzarote 2010 (aquí fui sólo yo del equipo, pero hice mucho bulto). Aunque reconozco que la elección de Niza para 2012 no fue muy heroica: sitio cómodo para llegar en coche con la bici en el maletero.
Llegamos el viernes noche después de un viaje rápido. Ya sabía que no llegaríamos a tiempo de registrarme (se puede hacer también el sábado por la mañana) e ir a la energy party que monta la organización, así que cenamos en la terracita del hotel. He preparado unos tuppers de pasta para la ocasión y Paloma me dice que así, cenando lacitos con atún y olivas, morenito por los últimos entrenos, sin mis lorzas habituales, me parezco cada vez más a los de Picornell. Me lo tomo como un piropo, por supuesto, y vosotros también debéis tomároslo así.
Damos un paseo para ubicarnos en la ciudad. El hotel es muy céntrico y se puede llegar andando a todas partes, a la zona comercial y de restaurantes dice ella; a los boxes y ironman expo digo yo; ...cada vez te pareces más a los de Picornell...
El sábado por la mañana vamos a hacer el registro. Ya con la pulserita puesta damos un garbeo entre los stands. Es el momento de mayor igualdad entre todos los participantes, así que hay que aprovechar para charlar con quien se ponga a tiro de pro a pro. Mañana, en carrera, ya se verá, pero ahora, de paseo por el village, somos todos igual de cracks. "Una pena que no vayan a estar Lance y Marcel", se comenta en los corrillos como si acabáramos de perder a un par de gregarios. Aún así, escucho un consejo que será fundamental de cara a la maratón de mañana. Yo nunca he corrido con gorra, pero me dicen que si no me la pongo, con la previsión de solano que han dado, me puede dar un yuyu por sobrecalentamiento de azotea. "Me lo pensaré" digo, como si a estas alturas cualquier mindungui tuviera que venir a darme lecciones a mí, el master entre los masteres, pero acto seguido le pregunto a Paloma al oído si me puede dejar la suya, la que no es rosa, si puede ser.
Check in de bici a las 16:00 horas. Solano tórrido. Voluntarias tetórridas. Los neumáticos a punto de reventar, los de las bicis también. Aflojo un poco el aire. Mañana habrá que venir con la mancha a primera hora. Por hoy hemos acabado con los preparativos triatléticos. Podemos ir a un sitio donde cenar suave y ver el partido de España contra Francia. No hay demasiado ambiente futbolero en las terracitas. Aquí parece que la gente está más por el ligoteo. Hace mucho calor y las chavalas buscan tipos cachas, ¡sin pulserita! Puedo relajarme. Pero ojo, que los chavales sin pulserita también están atentos, y chica sin pulserita con chico con pulserita puede ser una víctima muy propicia para esta noche. Acabamos de ver el partido en la habitación del hotel: ...cada vez te pareces más a los de Picornell...
El despertador suena a las 4:45 horas. La salida es a las 6:30 pero cierran el box a las 6:00 y hay que desayunar algo (yo siempre poco; a mí es que a esta hora me suelen entrar mejor los gintónics, y no es plan), inflar ruedas, ponerse el neopreno. Todo en orden. Atareado con los últimos preparativos oigo por megafonía cómo el speaker está entrevistando a Paloma: "¿Cuál es el segmento que más le cuesta a tú compañero, madmuaselle?", "El de ponerse los condones, digo... ¡el neopreno!.". Imaginaciones mías, por supuesto, pero es que no se las puede dejar solas en medio de tanto franchute salidorro. Tardo quince segundos en meterme en el Quintana Roo (mejor marca personal) y voy corriendo a interrumpir la entrevista con la excusa de que hay que subir la cremallera, la de mi traje de neopreno, no penséis mal.
El primer mito que había oído de Niza es el de la playa de cantos rodados. Yo tengo las plantas de los pies más bien delicaditas y me cuesta mucho caminar por superficies irregulares sin doblarme de dolor. Miro alrededor y me parecen todos faquires, tan erguidos. Suena el bocinazo y me dejo caer un par de metros antes de la orilla porque ya no lo soporto. Da igual: repto lo que queda, pero no doy ni un paso más sobre estas piedras. Semejante comienzo sólo puede ser presagio de una natación plácida (por la ausencia de dolor una vez en flotación), pero es ahora cuando comienzan los manotazos que caen a diestro y siniestro, un clásico de estas pruebas en las que dos mil quinientos patos van hacia la misma boya. Se trata de dos vueltas, la segunda algo más corta que la primera, con paseo de veinte metros por las piedras entre ambas. Como os estaréis imaginando, yo lo hago a cuatro patas, igual que el tramo hasta conectar con la zona apta para pinrieles sensibles de la transición.
El segundo mito es el de los 1.800 metros de desnivel acumulado positivo del segmento ciclista, con el Coll de l'Ecre como cabeza de cartel. Realmente es un perfil duro, pero se puede ir haciendo. El paisaje, una vez se ha dejado atrás Niza, es una auténtica maravilla. Hago el ascenso a mi ritmo y disfrutando de las vistas que son realmente espectaculares. Quizás debería estar un poco más por la faena y dejarme de contemplaciones. Cuando me doy cuenta llevo casi cinco horas para 120 km., y a este ritmo no podré acabar la bici en 6:30 que era el objetivo según mis cálculos para poder hacer menos de 11 horas en total. Cada ciclista busca ganar tiempo en el perfil que le es más propicio. Algunos lo hacen en las subidas. Otros en las bajadas. Los que os acordéis de la crónica de Lanzarote sabréis que yo intento hacerlo sobre todo en las meadas. Pero de esa experiencia aprendí que no vale la pena. Decido hacer una paradita para aliviarme con toda la elegancia que me faltó entonces. Descargo generosamente y con tranquilidad, incluso me la sacudo tan a conciencia que algunos ciclistas me miran extrañados al pasar a mi lado. Ahora mucho mejor, pero la única opción de aproximarme a mi pretensión de marca pasa por que de aquí a boxes sea todo bajada. ¡Deseo concedido! Aproximadamente 40 km. de descenso y otros 20 km. llanos hasta la finalización del segmento. Bajo a más de 50 km/h de media durante ese primer tramo y después consigo rodar ligerito hasta la llegada a pesar del viento en contra. Hace un calor abrasador y en ningún caso tengo la sensación de que esas brisas me refresquen lo más mínimo. Espero que este último esfuerzo no lo tenga que pagar corriendo.
El tercer mito es el calor y el castigo psicológico de las cuatro idas y vueltas a pie hasta la zona del aeropuerto por el paseo marítimo de Niza para completar el recorrido. Incluyendo transiciones, cuando salgo a correr he empleado 7:25 horas. Si quiero bajar de once tengo que correr a cinco el km. Creo que está al alcance tomando como referencia las carreras que llevo hechas esta temporada, aunque ya sabemos que en un Ironman esto es otra historia. Con alguno de vosotros había comentado que el objetivo era no caminar en la maratón. Eso debería permitirme hacer el tiempo deseado. Vamos a ver qué pasa. Las sensaciones son buenas al comenzar, con la gorra de Paloma bien calada en la mollera. Hago los primeros diez en 45 con cierta frescura. Estoy adelantando a mucha gente y eso me anima. Paso la media en 1:40 pero ahora las sensaciones ya no son tan buenas. El calor es brutal. Bajo ritmo pero sigo pasando a muchos. Voy bastante por encima de cinco pero aún tengo margen. Es ahora cuando hay que sacar la fortaleza mental. La tercera vuelta se está haciendo durísima. Tengo tentaciones de parar en algún avituallamiento. Conozco los peligros que eso conlleva. En Lanzarote acabé haciéndome amigo de todos los voluntarios de las carpas de bebida y alimentos: contábamos chistes, jugamos al mus, nos dimos los teléfonos, fue el inicio de unas cuantas grandes amistades algunas de las cuales aún conservo. Aquí no puede pasar lo mismo, pero finalmente camino un par de veces en estos pasos. Evito el cruce de miradas para no empezar la charla. Después de refrescar la gorra y de comer algo sólido sigo corriendo y poco a poco voy recuperando el ánimo. Llego al siguiente avituallamiento y repito estrategia. Me acuerdo de Jim Morrison en la película de Oliver Stone metiéndose por la boca todo lo que le ofrecían antes de entrar en los conciertos. Yo hago lo mismo: galletas, barritas, geles, bebida isotónica, cocacola. Veo unos vasos con un líquido amarillo espumoso y burbujeante. Me lo pimplo de trago y casi lo devuelvo, no por no tolerar el guaraná, que es lo que era, sino por la expectativa truncada de esa cervecita que me hubiera reanimado al instante. El estómago me avisa, y eso que siempre he presumido de tener una hormigonera de doble chapa de acero galvanizado. Decido que a partir de ahora sólo agua para beberla y remojar la gorra. Queda la última vuelta y tengo que recuperar el ritmo de 5 por km. Lo voy consiguiendo a base de mucho coco. En el último giro quedan cinco y medio y eso ya huele a meta, aunque aún es más fuerte el tufo de queroseno del aeropuerto. En los últimos avituallamientos me ofrecen de todo llamándome por mi nombre entre risas y sirviéndomelo en bandejas preparadas con amor, acordándose de los festines que me había metido en la vuelta anterior, pero yo renuncio a ellas educadamente pero con decisión. No veo nada más que el asfalto delante de mí que va a ser devorado por mi zancada poderosa. Los dos últimos kilómetros vuelo hacia la alfombra azul.


Ya veo el marcador. No me asusta que señale más de once horas pues sé que ese es el tiempo de los pros (25) que han salido cinco minutos antes que los amateurs (2.500). Aún así, ya podrían ser más considerados con la mayoría, no creéis. Cruzo meta con enorme emoción. Ha sido una buena carrera. Estoy muy satisfecho. Busco a Paloma. La beso apasionadamente delante del speaker.