dilluns, 22 de juny del 2009

Quebrantahuesos 09

Els "amiguets" després de la competició... :-)

Jose-te, un exemple de sacrifici i esforç.

Crònica de Jose-te

Como siempre, llego apurando a la salida, a las 7:30 horas en Sabiñánigo entre 8.500 ciclistas que como yo tuvimos la gran suerte de inscribirnos allá por febrero. En ese momento recuerdo lo que cuentan de que "un día fuiste el espermatozoide más rápido" y yo sigo sin encontrarle demasiado sentido a esa historia.
Nos ponemos en marcha y hago el último repaso de todo: barritas, geles, bidones a tope, gafas, inflador, la bici en perfecto estado, parece que todo anda bien, pero es pronto para euforias: estamos en el kilómetro 1 y me quedan por delante otros 204 con 4 puertos de montaña de esos que amenazan con quebrantarte los huesos.
l grupo rueda rápido en este primer tramo hasta el inicio de la subida al Somport, demasiado rápido diría yo, teniendo en cuenta que hay que reservar fuerzas para los ascensos, pero me dejo llevar y los kilómetros van cayendo.
Hacia el 50 comienza el Somport, no especialmente duro pero lo suficiente en mi caso para ir viendo cómo me pasan hasta los pastores. Pienso que ya recuperaré algunas posiciones en la bajada, pero la niebla y el firme mojado amenazan con un descenso difícil, y así es. Los ciclistas paran en la cima a ponerse el chubasquero u otras ropas de abrigo. Yo no llevo nada que ponerme y empiezo a bajar tal cual, con mi maillot sin mangas, a pelo y con dos pelotas. Enseguida siento el frío intenso. La niebla no me deja ver más de 10 metros por delante de mis narices. El pavimento tan mojado hace que haya que extremar las precauciones. Entre tembleques, tiritones y castañeteo de dientes llego a un tramo donde se suaviza la pendiente y mejora algo la climatología. Veo en una señal para camiones pendiente en bajada de 5% durante los próximos 15 kilómetros. ¡Este es mi terreno! Pero sigue el frío... Empiezo a oír un ruido extraño viniendo por la parte de atrás. Pienso que aún es pronto para sentir amenazada la retaguardia. Quizás sean mis pelotas rebotando contra la tija, pero descarto esta opción ya que recuerdo haberlas oído caer nítidamente contra el asfalto en el primer tramo de descenso. Sigo pedaleando fuerte en grupo durante este tramo más favorable y de repente el ruido se convierte en una especie de ruleta de la fortuna. Tengo que parar y compruebo que llevo un radio roto. Irreflexivamente lo arranco de un tirón y lo lanzo a la cuneta. Subo a la bici si perder tiempo y sigo pedaleando. De nuevo en carrera es el momento de pensar en lo que puede suceder a partir de ahora con esa rueda de atrás que va con un radio de menos. Quedan 125 kilómetros y 3 puertos importantes con sus respectivos descensos. La rueda oscila alegremente, pero mientras no vaya a más...
Hacia el 100 comienza la subida al Marie Blanque. Por lo que he oído, este es uno de los duros. Paro a aflojar el freno de atrás y de paso la vejiga. En este puerto hay indicaciones cada kilómetro de la distancia que falta hasta coronar, cota del punto de paso y de coronación, y pendiente media de cada tramo. Hay que salvar unos 700 metros de desnivel en unos 10 kilómetros de ascenso. Los primeros cinco kilómetros están alrededor del 5%, pero los últimos llegan al 13%. Yo al 5% soy capaz de subir a unos 10 Km/h, y a mi velocidad hay que restarle medio Km/h por cada punto porcentual que aumenta la pendiente. Así que calculad vosotros mismos. El caso es que a partir de 12% iría más rápido caminando, pero prefiero no poner pie a tierra. Cojo rueda de uno que sí lo ha hecho. Va caminando con las zapatillas en una mano y la bici en otro. Cojo su rebufo durante unos 200 metros y cuando me veo algo más fuerte decido tirar yo un poco. Mi relevo enseguida huele a pólvora mojada y me vuelve a pasar. Hago lo que puedo para mantener el equilibrio y me vuelvo a poner a su rueda. Mi improvisado amigo cabecea como no creyéndose lo que está pasando y se aparta a la cuneta a orinar, entiendo que para darme algo de distancia. Cuando vuelve apenas me he alejado 15 metros, pero aquí termina nuestra hermosa amistad. Me aferro al manillar y sigo subiendo como puedo. La bici crepita sometida a tan grande esfuerzo. En el último kilómetro el asfalto mejora (había sido muy irregular hasta aquí), y consigo coronar para asombro del público asistente, del resto de ciclistas que me siguen pasando y, por qué no decirlo, de mí mismo.
Comienza el descenso y me dejo caer. He decidido no volver a dar pedales hasta que no sea estrictamente necesario. Pero la inercia es mucha y paso a gente. A los 80 Km/h me acuerdo de la rueda de atrás y pienso que puede desintegrarse en cualquier momento, como las de la cuádriga de Mesala en Ben-Hur. Esta imagen me provoca un escalofrío y echo el freno. He visto ya algunos ciclistas caídos en la cuneta y no vale la pena jugársela y menos en mi caso.
Enseguida comienza el Portalet. Pregunto a algún compañero si estoy leyendo bien las placas indicadoras: 27 kilómetros de ascenso para salvar más de mil metros de desnivel. Me dicen que sí, o eso entiendo yo en un sonido que más parece el de un coche de bomberos alejándose. Pues nada, a subir se ha dicho. He ido cuidando mucho hidratarme bien, barritas, geles, isotónicas, es el típico día en que acabo ganando un par de kilos. Así que para arriba y a confiar en que no suba mucho la pendiente. He calculado que de media no sale más del 5% para todo el puerto, así que a pesar de ser largo, no debería hacerse tan duro como el Marie Blanque. Aún así la gente me sigue pasando a centenares. Yo creo que ya me pasaban a cuenta los de la edición del 2010. El paisaje es precioso, típicamente de alta montaña, pirenaico en estado puro, verde, agua por todas partes, y ese arco iris permanente mire a donde mire.
A media subida paso a una vaca. Me muge desafiante como diciendo "ya te vale" y sigue pastando junto a la cuneta. Me anima pensar que he adelantado a alguien o a algo en subida y considero que un adelantamiento es un adelantamiento, y que tiene que quedar algún testimonio de él. Hago una muesca en el manillar mientras me digo "¡ya llevo uno!" y sigo para arriba. A diez kilómetros de coronar hay un avituallamiento en el que paro pensando que más vale coger fuerzas antes de acometer las últimas rampas. Llamo a Paloma que me esperaba en la cima y me dice que ya han pasado todos y que vuelve a Sabiñánigo con el resto de acompañantes, agradeciéndome la llamada pues ya estaba a punto de comenzar a preguntar por mí a las asistencias sanitarias.
Los últimos kilómetros del puerto no son tan duros como había temido. Se mantiene la pendiente alrededor del 6% lo que me permite mantener una velocidad bastante constante nunca por debajo de los 9 Km/h. Me siento fuerte. Acabo de meterme unos cinco bocadillos de jamón y queso y ya siento el combustible metabolizándose en mi interior. Hacia el final del puerto se forma uno de esos pasillos humanos que se ven en la tele en las etapas del Tour. Atravesarlo resulta una sensación de lo más gratificante. No sé si sentirán lo mismo los cincuenta globeros que llevo detrás atrapados en el tapón que estoy formando.
Comienza el descenso, ¡brutal!, pero me vuelvo a acordar de Mesala... Afloja Jose(te) que sólo queda un puerto y hay que llegar.
Todos dicen que subir Hoz de Jaca es una mariconada después de lo que llevamos. Son 4 kilómetros de ascenso con pendientes que llegan al 9%, no es mucho, pero suficiente para alguien que va tan justito como yo a estas alturas, pues ya llevamos 175 kilómetros encima. Al comenzar a subir me encuentro como en el típico trío de cachondos que va cantando y soltando gracias. No me veo en situación mental de aguantar sus chistes y decido adelantarlos sacando fuerzas de donde sea. Hago tres muescas más en el manillar. Oigo como se quedan atrás entre tonadillas de María del Monte y voy subiendo mejor de lo que esperaba arropado por el público (muchos vascos sobre todo, animando muchísimo como siempre hacen).
Llegan las rampas más duras y me empiezo a quedar. Se vuelve a oír por detrás el jaleo del trío de cantarines simpáticos. "¡Venga maje(te) que ya estamos! ¡Cántame, me dijiste cántame...!" ¡Cabrones! Borro las tres muescas. Bueno, todavía me queda la de la vaca...
Coronando Hoz de Jaca quedan 25 kilómetros hasta meta, casi siempre bajando. Se puede rodar muy rápido y en algún punto incluso desciendo vertiginosamente. Pienso otra vez en la rueda, pero a estas alturas ya le pueden dar mucho por culo a las cuádrigas, a Ben-Hur, a Mesala y a la totalidad del Imperio Romano de Oriente y de Occidente.
Llego a meta después de 8:57'.
Me voy directo al puesto de cervezas donde la organización había anunciado que habría 6.000 litros. Por suerte todavía quedan algunos barriles en marcha de los que voy dando buena cuenta entre felicitaciones, saludos y encuentros inesperados, como el de Tripi o el de Alex, siempre tan placenteros.
Un abrazo para todos ellos y también para vosotros, confiando en que si habéis llegado a leer hasta aquí, habréis podido comprobar que no soy un miembro completamente inútil para C.E.Picornell. ¡Al menos sirvo de mal ejemplo!
Hasta pronto.
Jose(te).